14 septiembre 2009

Blog, dominio público y otros demonios

Cuando uno se abre un blog debe pensar bien qué es lo que éste va a contener. En primer lugar si será seudónimo, anónimo o con el nombre real. Si se opta por el nombre real, deben tomarse otras tantas decisiones, ya que existe un individuo en el mundo 3D que responde a todo lo que aparece en la pantalla; por tanto, en este mundo de gente desubicada, hay que tomar medidas discrecionales tales como no poner dirección, teléfono ni cuánto gana papi y dónde pasaré mis próximas vacaciones V.I.P.

Después de las básicas medidas de seguridad, siguen las referentes al contenido del blog. En mi caso no hablo de lo que hago en mi día, a dónde fuí o lo que pienso hacer, y esto es porque, aunque con un blog tú haces pública parte de tu vida, tú decides qué cosas serán las que estén al alcance de todos. Mi vida personal no entra en este extraño prisma de exhibiciones, por la sencilla razón de que la reservo para mí y para la gente con quien YO quiera compartirla. En su lugar ofrezco una serie de ficciones, cursilerías, guiños del mundo real y algunas chispas de neuronas, con el fin de desahogarme, comunicarlo o intercambiar ideas.

Todo esto lo comparto de buena gana, lo deposito en este blog para que lo tome quien deseé hacerlo y sin pedir la cuenta. Sin embargo, cuando llegan individuos que pretenden tomar más de lo que se ofrece, que arrebatan lo poco que encuentran y que a cambio no dan mas que palabras y miradas intrusas sin rostro... pues me molesto.

Pero algo he de dejar claro: nada de lo que está publicado en este blog salió de mi cabeza por accidente, todo lo he escrito con el objetivo de hacerlo público, por lo que al llegar aquí no se está traspasando el umbral de lo desconocido ni se están internando en mi vida más allá de lo que le permitiría a cualquier cualquiera hacerlo.

Así las cosas. Así que a ubicarse un poquito y ser menos invasivos con la gente.