18 abril 2009

Hablemos de feminismo

Hay muchos tipos de feminismo. No me gusta considerarme dentro de estas categorías porque existe un feminismo muy extendido que se forma a partir de los mismos criterios de diferenciación entre sexos que hacen del machismo algo tan detestable, entonces no tienen una base ontológica (por decirlo de alguna manera) que realmente las distinga de aquella postura a la que critican. Probablemente [de hecho] desarrollé esta aversión porque una mujer muy cercana a mí lo predica desde hace tiempo y terminó por fastidiarme: hombres y mujeres somos por naturaleza super-diferentes y los hombres son unos cabrones injustos (agregado: pobrecitas de nosotras).

Pero, por otra parte, mis ideas podrían ser catalogadas como "feministas". Creo que soy más de una tendencia "humanista", pero para mi desgracia ese término ya lo agandallaron unos fulanos del siglo XVI con una onda un poco diferente a lo que me refiero, en fin.

Mi primera postura es que el machismo es una ideología que adopta TODA UNA SOCIEDAD (idea nada nueva), por lo tanto decir que sólo los hombres las llevan a cabo o que las imponen a las mujeres es una manera de quitarnos la cualidad activa y también considerarnos como débiles (para que nos sometan, digo) y por lo tanto le estamos confirmando esta actitud.

La siguiente es que el machismo es una actitud que no sólo perjudica a las mujeres, sino a la sociedad en conjunto porque establece cánones de comportamiento a los sexos, limitando así su expresión humana. Así como las mujeres nos vemos limitadas a ser recatadas, sumisas, cuidadosas, chiquiadas, débiles, dependientes, coquetas, etc., los hombres se ven limitados a ser activos, fuertes, protectores, proveedores, a no demostrar abiertamente sus sentimientos, etc. Entonces el ser humano coarta su libertad de "ser". Una mujer tiene tanto derecho de ser independiente y poco recatada como un hombre de ser dependiente y sensible sin que lo tilden de mantenido o maricón.

La contestación, bastante natural, a este modelo ha sido rechazarlo pero, como ya dije, a partir de las mismas bases ontológicas (al menos en un principio), y luego estableciendo que todos tenemos las mismas capacidades y que por ello podemos ocuparnos de las mismas cosas. Pero esta lucha por la igualdad entre sexos no ha visto por una verdadera repartición de las actividades, sino que se limita a que las mujeres nos dirijamos al "territorio masculino" despreciando aquellas actividades estimadas como "femeninas", por ejemplo, cocinar, cuidar la casa, cuidar a los chamacos, etc. hasta llegarlas a considerar como mediocres (el disco de Ximena Sariñana hace alusión precisamente a ese concepto... y sin embargo me gusta mucho) o vergonzosas. Y ¿qué tenemos? un desprecio por aquello "femenino" en lugar de una reivindicación (que se inclinaría más a la igualdad de sexos), reconociendo que "podemos ser tan hombres como los hombres". Y es que al final de cuentas ¿quién no necesita comida y casa limpia? ¿es justo negarse el placer de la procreación [y no sólo en el aspecto sexual] sólo por el miedo de ser controlada o mediocre? No es que defienda estos "aspectos femeninos", sino que justamente pretendo quitarlos de ese tilde y colocarlos en la categoría de humanos y por lo tanto admitir que hombres y mujeres podemos [y debemos] hacernos cargo de ellos sin sentimientos repulsivos. Nos debemos permitir las imposiciones que nos limitan a algunas actividades sólo por nuestro sexo: mujer-cuidar hijos, hombre-proveer, sino aceptarlas (o no, por supuesto) por decisión propia.

En el blog de Alejandra encontré un post cuyo tema central era un artículo de El Universal donde señalaban que varios clérigos acusaban a las mujeres de provocar la violencia que los hombres ejercían sobre ellas (entiéndase, violación o acoso). En el dicho post, Alejandra expresaba sus opiniones al respecto, y muchas de ellas las comparto. Por ejemplo, la más obvia: que es una idea burdamente primitiva la de considerar a las mujeres culpables de la violencia que cae sobre ellas, como si los pobrecitos hombres no pudieran controlar sus impulsos.

Y luego la del concepto del "hombre caballeroso". Aunque esto no creo que sea precisamente "violencia" como ella lo retrata, sino más bien una "cortesía" sintomática de la percepción que se tiene de los sexos. Tanto ella como yo descubrimos un buen día que la caballerosidad era una expresión, digamos la bondadosa, del machismo. Ceder el asiento, abrir la puerta, etc. son actos de cortesía que tienen implícito una caracterización de la mujer como débil; permitir que el hombre pague es aceptar una dependencia económica en su expresión más arcaica (si lo aceptamos sólo porque es hombre y la otra mujer). Desde que me dí cuenta de ello he tratado de evitar esas actitudes en mis relaciones con los hombres, es decir, que me "traten bien" sólo por ser mujer. Entonces me he enfrentado a situaciones un tanto incómodas, la que más me recuerda fue cuando fuí con un amigo a comer al barrio chino y a la hora de pedir la cuenta (yo la pedí) el mesero se la entregó a él y yo la tome de las manos del mesero (sin arrebatos). El señor se sacó de onda y entendí que en ningún momento lo hizo con intenciones maliciosas u ofensivas y que era un acto de genuina cordialidad. No es que esté en contra de la cortesía, pero no quiero que sean amables conmigo sólo por ser mujer sino porque soy humana, y quiero que me permitan tener atenciones con ellos sin que se sientan humillados porque una mujer los provea o proteja.

Y mucho menos niego mi feminidad, es decir, mi ser mujer: mi cuerpo es de mujer y me gusta, cada curva, cada extracto; me gustan los hombres y me gusta gustarles por ser mujer. Uso faldas porque son cómodas y bellas (sí, esa estética que está "impuesta" por la sociedad pero que ya la he interiorizado lo suficiente como para llamar mía) no uso tacones porque me lastiman, limpio la casa porque es necesario, no cocino porque lo detesto, amo a los niños pero no estoy obligada a tenerlos, estudio, discuto, alzo la voz, expreso mis sentimientos y me doy mi tiempo para librarme de ambiciones y sentirme bien con lo que soy. Me dejo cuidar y apapachar y también prodigo amor y ternura. Soy mujer en una sociedad. Soy mujer en un mundo biológico. Pero yo decido qué tipo de mujer soy.

5 comentarios:

Heli dijo...

Buena entrada. Y hace muy bien en no utilizar tacones, una vez los probé y casi me descalabro. Son artefactos de tortura ideados por alguna mente siniestra. Incluso sabiendo andar con ellos son artilugios que reducen notablemente la movilidad, y yo creo que en el fondo están pensados precisamente para eso, porque en casi todas las sociedades han inventado tipos de artilugios o prendas que parecen diseñados para dificultar los desplazamientos a las señoras, como si intentaran hacerles un poco más difícil su vida en los espacios públicos.

Alejandra PinalR dijo...

Hola Mujer Colibrí.

He leído con mucha atención tu entrada. Hay muchas cosas que comparto contigo.

Creo que has tocado la vena central del problema, justo ese del que hablé en mi blog: se trata de una caracterización. Y he ahí el gran problema de nuestros tiempos (sólo hasta ahora se ha convertido en un problema): ser lo que se quiere ser o ser como se debe de ser.

En el deber ser están insertas todas estas caracterizaciones de rol que se resumen a las pobrecitas mujeres y a los cabrones hombres. Si bien ya no son tan patentes la hipocresía sexual, la doble moral, la exigencia de virginidad, la necesaria abnegación y la exclusividad del rol de proveer para los hombres, son actitudes que están insertas incluso en nuestras leyes. Se sigue leyendo la Epístola de Melchor Ocampo en las bodas, las mujeres siguen pasando gratis a los antros (porque tener trozos de carne los hace más atractivos), en la cuestión del aborto se metieron todos menos las mujeres (que debían guardar su "modosito" silencio)...

Peor aun: el sistema de valores machista sigue educando gente mediante Disneyp y la televisión pública, misma que sostiene los clichés de mujeres buenas-débiles-madres y hombres cabrones-que las desean.

Yo creo que el problema no radica en las funciones asignadas a cada rol que, como bien apuntas, es lo que ha destacado el feminismo en su violencia. Gracias a este discuerso feminista las mujeres ahora son madres, esposas, delgadas, trabajadoras, mantienen limpia la casa, proveen, protegen... es decir, han asumido todos los roles. Ahora si se quiere ser una mujer "modelo" hay que ser todas esas cosas. Los hombres quedan desplazados y convertidos en meros zánganos, cuando antes, en el viejo sistema, al menos se les asignaba la exclusividad en proveer y proteger. Ahora son nada, y son tratados como tales por estas mujeres. Qué cosa más patética.

La cuestión está en no reconocernos, más allá de como humanos, como individuos. El problema mayúsculo está en la falta de empatía y de respeto. Es como si uno, que tiene miedo, que se siente inseguro, que tiene sueños, no pudiera comprender que el de enfrente, sólo por ser de género distinto, no tiene esas mismas cosas. La cosa es, entonces, la incapacidad de asumirse uno como individuo fuera del rol para poder asumir a los demás así. Esto es, hacerse cargo de uno mismo y permitir que los otros lo hagan también.

Digo lo último porque creo que otra raíz del problema está en que los hombres convierten en sus madres a sus mujeres [y no hablo desde el simple tópico común: es que pareciera que dependen del aplauso o aprobación de sus mujeres cuando "se portan bien", que dependen de que ellas tengan la casa lista para ellos] mientras que las mujeres, al asumir el rol de madres de sus esposos, adquieren el poder de responsabilizar al otro de sus vidas. Así, ambos son responsables de la infelicidad del otro: y he ahí el éxito de todas las religiones... hay alguien a quien responsabilizar de nuestra felicidad.

Y como en la religión, donde el premio de resistir a las pruebas divinas es la salvación, en el modelo típico la recompensa está en ser "una mujer modelo" o un "hombre modelo"... perverso, no?

Sí, hay que comprendernos como humanos, pero, más allá de eso, como individuos: sujetos autónomos que toman las decisiones de sus propias vidas, que son felices o infelices por su propia mano, que son exactamente igual de capaces y que, en la construcción de su felicidad, son capaces de ayudar a otros a ser felices, si les place.

Otra cosa: la denigración de las labores femeninas que muy bien apuntas. Hoy ya no se ve claro qué es lo correcto: si hay que ser como cualquiera de las esposas desesperadas [?], si hay que ser como Rosa Salvaje o si hay que ser como cualquier "mujer ejecutiva" que anuncia sopas en la televisión...

En fin. De momento sólo dejo estos comentarios. Lamento mucho haber cantinfleado tanto. Ocurre que estoy un poco oxidada. Saludos.

el ticher dijo...

wow.......

creo que estoy enamorado...

jajaja

a que hora sales por el pan???

esta entrada me parecio muy interesante, honestamente y desgraciadamente creo que formo parte del rol que la sociedad me ha enseñado a ser como "hombre" pero creo que no estoy tan cerrado de mente como para no apreciar y valorar escritos como este...

felicidades...

hasta la proxima...

Tevye De Lara dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tevye De Lara dijo...

Es que yo tenía que opinarte sobre esto porque es un tema harto interesante. En mi experiencia, el feminismo que pretende reivindicar a la mujer a veces se queda corto, muy corto, cuando ofrece no más que patrones masculinos de comportamiento extrapolados a su género. En la blogósfera abundan las bloggers que piensan que están muy emancipadas si te narran qué tan free-minded son y te ponen fotos en paños menores y cosas por el estilo; no me asusto ni mucho menos, simplemente pienso que cuando ese tipo de actitudes son producto de un simulacro de emacipación se termina convirtiendo en un espectáculo irrisorio. Creo que el verdadero femninismo debería ser ese que ataque todo tipo de categorización (incluyendo precisamente la de hippy reaccionaria de los 60's). Hombres y mujeres sí que somos diferentes, sobre todo psicológicamente hablando, y sé que ésta no es una idea popular, sobre todo entre aquellos que piensan que la igualdad se logra homogeneizando todos y cada uno de los aspectos propios de nuestros géneros, sin embargo, es una evidencia palpable con fundamentos sólidos en la ciencia, que no tiene otra intención más que la de celebrar nuestras diferencias complementarias. La igualdad entre hombres y mujeres sólo debe ser conceptual, isonómica: debemos tener los mismos derechos y las mismas oportunidades, pero ello no significa que sea deseable un mundo donde se confundan los contenidos básicos de género, no vaya a ser que por el afán de de alcanzar una "igualdad" totalitaria, terminemos por perder la sublimidad de lo femenino por acción del asimilarismo masculino.