Gracias a esta medida que adopté desde hace 3 años apróximadamente, mi bandeja de entrada en hotmail llegó a la escalofriante cantidad de 982 correos NO LEIDOS. Decidí ponerle fin a esta situación y borrarlos, la mayoría sin leerlos.
Al correr de las páginas virtuales del buzón, llegué hasta correos no leidos de 2006 y siguiendo con la limpieza me encontré con viejos correos de viejos amores pasados que databan de 2003. Una tontería seguir conservándolos. También eché a la basura un montón de correos que me mandaron mis amigos y que por sentimentalista-fetichista conservé en la cuenta de correo. Algunos de ellos eran de personas que ya no están conmigo y otros de aquellos que aún me guardan un espacio en sus corazones. Pero da igual, todas ellas son letras añejas, borrosas y polvosas que no vale la pena guardar. En su lugar he buscado renovar los mensajes y buscar nuevas palabras de cariño y complicidad, si es que todavía existen.
Es necesario resplantearnos la utilidad de todos estas artimañas que usamos para conservar los recuerdos. Si después de un tiempo ya no tienen correspondencia con nuestra actualidad, entonces es necesario desecharlas. Por ejemplo, la fotografía y el texto del post pasado me recuerdan emociones que siguen vivas.
Me parece que los verdaderos recuerdos son mentales y emocionales. Todo lo que vale la pena recordar, lo que verdaderamente nos importa, es guardado por nuestra memoria interna, no sólo con palabras o imágenes sino con sentimientos y deseos [con esto, de ninguna manera, quiero referirme sólo a los "buenos recuerdos"]. Por ello no creo que exista medio físico o virtual alguno que pueda sustituir esa fuente natural de experiencias y emociones pasadas.
Esto, digamos, de manera individual, porque como historiadores [en proceso] debemos recurrir a esos medios, físicos o virtuales, para crear la memoria de la sociedad a la que pertenecemos. Pero esto es porque "la sociedad" (ese tramposo ente abstracto y ambiguo) no tiene la memoria natural a la que yo hago referencia. Hay que hacerla., formarla, imaginarla y acercarnos lo más posible a la realidad.
Pero aún aquí el proceso de reunir "recuerdos" es selectivo. En teoría sólo se recuperan aquellos conocimientos que, de alguna manera, nos proporcionen respuestas para explicar nuestro presente. El pasado que vale la pena recordar es aquel que está relacionado con el presente, aunque todo esté, en realidad, intrínsecamente relacionado. Digamos entonces que el pasado que recordamos es aquel cuya relación con el presente sea más obvia ante la limitada mente humana.
Vivir en el pasado por el pasado mismo no es, de ninguna manera, saludable.
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Como un apéndice añado esto el 18 de Marzo de 2009, pues creo que no quedaron muy claras mis ideas.
No digo de ninguna manera que nos olvidemos de los recuerdos (¿cómo sería eso posible?). Creo que nosotros somos memoria y experiencia, o sea, somos nuestro pasado. Con todo este chorizo que escribí quería decir que no todos los "recuerdos" materiales son útiles. Los que verdaderamente importan son aquellos que siguen manteniendo cierta emotividad con nuestro presente. ¿para qué guardar cartas que ya no tienen sentido? ¿para recordar los sentimientos? para eso no necesito conservarlas, me basta mi recuerdo. No niego esas bellas amistades y esos amores del pasado, pero ellos se quedan allá, en mi memoria.
Esto no fue romper con mi pasado de ninguna manera, pero realmente esas cartas si fueran de papel se llenarían de moho y nunca más las volvería a leer.
Esa actitud la he criticado desde hace tiempo: conservar que la basurita de la primera vez que salí con mi primer novio en la secu, que el recado de la libreta que me escribió mi amiguita de banca, que la etiqueta del primer brassiere que me compraron... ¡bah! Así se forman los "tiliches' rooms". No quiero cargar con todo eso en mi vida. Sólo conservo aquellos objetos que están directamente realcionados con mi presente.
2 comentarios:
Lamento decir que estoy en desacuerdo. Tanto los recuerdos mentales como físicos son importantes, es evidente que vivir en el pasado no es saludable, tampoco recomendable, pero los recuerdos están, son parte de nuestra vida aún cuando a nadie más le importen. Es evidente que llegan cosas nuevas y que todo se transforma pero somos la misma persona que fuimos, ahora transformada, diferente, pero la misma. El pasado está vinculado con lo que somos, si hay que perdonar, perdonemos, que los recuerdos no traigan rencor. Si una parte de nuestro pasado fue hermosa, difrutemos de reir recordandola, y por qué no con alguna carta, la palabra es hermosa y por siempre perdura, me parece terrible desecharla.
Te quiero!
Es como tirar el atado de cartas... Yo no lo haría. Simplemente no.
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